Jacques Marcovitch
Cuando en 1931, Roberto Simonsen y Armando Salles Oliveira decidieron construir el IDORT, se estaba iniciando un movimiento para el mejor aprovechamiento de los insumos escasos. Los Principios de Administración de Taylor y Fayol, provocaron el inicio de la institucionalización de un esfuerzo permanente en el ámbito del perfeccionamiento gerencial.
De la racionalización del trabajo, a la productividad, a la gestión de innovación, a la estrategia empresarial y finalmente a la competitividad, se siguió un largo camino. Un camino sembrado de barreras que las organizaciones y empresas tuvieron que superar.
La globalización de los mercados, las tecnologías emergentes y la privatización de las actividades empresariales, son tendencias mundiales que explican el interés de los gobiernos y de las empresas en la cuestión de la competitividad internacional. Esta se presenta en tres niveles distintos, por ende relacionados. El nivel central está en la eficiencia interna de la empresa, que combina recursos para producir bienes y servicios de elevada calidad y bajo costo, colocándose en el mercado con base a criterios de segmentación.
Un segundo nivel está delineado por la estructura sectorial, la cual establece las características fundamentales de la concurrencia dentro de un ramo específico de actividad en la cual la empresa se inserta. El equilibrio de fuerzas entre proveedores y clientes, las amenazas y oportunidades sectoriales, el grado de articulación con otros sectores relacionados y de apoyo, son elementos de la estructura sectorial que tienen efectos determinantes sobre la competitividad de cada empresa.
Un último nivel se refiere a las condiciones generales de producción y al ambiente macroeconómico. Aún cuando, la competitividad será determinad en un últimoanálisis, por la eficiencia de las empresas, las nacionales tienen un papel fundamental en este proceso. Educación, apoyo a la investigación, legalización fiscal y del trabajo, infraestructura de transporte, energía y comunicación, son ejemplos de elementos reconocidos como de vital importancia para la competitividad.
La competitividad internacional de una empresa deriav, por lo tanto, de la habilidad de sus dirigentes en administrar la interacción entre estos ambientes, obteniendo una participación significativa y estable en el comercio internacional de bienes y servicios. La noción de competitividad se relaciona con una participación bien exitosa en el mercado internacional, posible de ser evaluada. Así, definir la competitividad implica considerar tres niveles, que se complementan: El estructural, el sectorial y el empresarial.
La competitividad estructural resulta de la economía de un país en su conjunto, y describe la capacidad de esta economía en incrementar o sustentar su participación en el mercado internacional de bienes y servicios, con un aumento simultáneo del nivel de vida de su población. Un país estructuralmente competitivo es un país donde los componentes del ambiente nacional son estimuladores de eficiencia empresarial.
La competitividad sectorial refiere la capacidad de los sectores económicos en generar bases de creación y desarrollo de ventajas que sustenten una posición competitiva internacional. Competitividad sectorial es la medida en la cual un sector económico ofrece, simultáneamente, potencial para crecimiento y retornos sobre las inversiones, atractivas para las empresas que lo componen.
La competitividad empresarial se refiere a la capacidad de las empresas en sustentar los patrones más elevados de eficiencia, vigentes en el mundo, en cuanto a la utilización de los recursos y a la calidad de los bienes y servicios ofrecidos. Una empresa competitiav debe ser capaz de proyectar, producir y comercializar productos superiores a los ofrecidos por la concurrencia, tanto en relación al precio como a la calidad.
La combinación de estos tres niveles de competitividad resulta en una base autosustentable de competencia. Michael Best (1990) observa que algunos países exitosos en términos de crecimiento industrial, superan la dicotomía mercado/plan. En estos paíess los planes no ignoran al mercado ni lo sustituyen, más bien lo utilizan y modelan. El mercado es visto como un buen siervo, más que como un pésimo maestro. El principal objetivo de la política industrial es promover la nueva forma de competencia, o sea, la empresa innovadora, relaciones constructivas entre proveedores y clientes, asociaciones entre firmas y agencias extra-firmas, que faciliten mejoras continuas en la producción. Además de eso, se caracteriza por una orientación sectorial estratégica. Para algunos sectores son escogidas acciones en el sentido de desarrollar un grupo de empresas cpaces de tornarse internacionalmente competitivas, a través del establecimiento de una superioridad organizacional.
La creación de una estrategia sectorial puede emerger por iniciativa de firmas de un sector. Por ejemplo, estas pueden colaborar en el entrenamiento de la mano de obra, en el marketing para exportación en el financiamiento de la investigación y en la capacidad para ajustarse a los nuevos desafíos y a nuevas oportunidades. El mantenimiento de la competitividad en cualquiera de los niveles antes mencionados, requiere del incremento de la capacitación tecnológica. Capacitación tecnológica significa saber usar el conocimiento disponible en el proceso decisorio, en la producción doméstica, en la imitación, en la transferencia, en la difusión, o en cualquier otro mecanismo que traiga incrementos a la productividad y a la calidad de los productos y servicios.
A partir de las definiciones arriba señaladas, se desprende que la competitividad es un concepto relativo, que supone contrastar la práctica tecnológica de un país, sector o empresa, con la mejor práctica observada en el mercado, en condiciones comparables de dotación de recursos naturales y humanos.
El objetivo de la articulación macroeconómica es garantizar que las acciones sectoriales, destinadas a mejorar las ventajas competitivas, tengan consistencia cuando son vistas bajo la óptica de la economía como un todo. En particular, debe ser analizada la consistencia de las políticas sectoriales en relación a las fuentes y usos de recursos crediticios, ingresos fiscales y subsidios.
Una variable clave para estudiar la competitividad de la industria son las exportaciones. Su importancia se debe a la necesidad de obtener recursos en moneda fuerte y del estímulo a los avances tecnológicos propiciado por la competencia externa. Una mayor apertura de la economía al comercio internacional implicará un aumento considerable de las importaciones, lo que tiene que ser contra balanceado por un aumento en las exportaciones, para que no ocurra un agotamiento de divisas.
Se debe destacar, que con una mayor inserción de la economía brasilera en los flujos comerciales y financiros internacionales, no se debe esperar un cambio drástico en su graod de apertura al comercio mundial. Actualmente las exportaciones representan 10% del PIB y un programa bien exitoso de apertura comercial podrá -como máximo doblar esta proporción (no existen países grandes con una gran apertura superior al 20%) indicando que el mercado interno será esencial en la determinación del crecimiento del empleo y renta del país.
La política macroeconómica podrá utilizar, para mejorar la competitividad de la industria, instrumentos fiscales, monetario-crediticio, cambiarios, agrícolas, industriales y de rentas. Estas políticas son fundamentales para los agentes tomadores de decisión. Representan los elementos básicos para la estabilización, y colocan las restricciones externas e internas al desarrollo del país, en la medida en que incorporan el impacto del servicio de la deuda pública.
El estado tendrá un papel muy importante al desempeñar la coordinación de las políticas macroeconómicas. Será analizado el papel del Estado en cuanto demandante y oferente de bienes y servicios, especialmente aquellos relacionados con la competitividad estructural de la economía brasilera: Educación, habitación, salud, transporte, saneamiento básico y estructura portuaria.
Modelos de financiamiento de los proyectos de expansión sectoriales, deben ser delineados para así identificar los más adecuados a los diferentes sectores: Financiamiento estatal, con capital propio de las empresas, préstamos externos, títulos privados a largo plazo, etc.
Para elevar la competitividad estructural, la estabilidad macroeconómica es necesaria. Ella depende de las políticas monetarias, crediticia y fiscal, respaldadas por la sociedad a través de sus representantes. Este respaldo, en las sociedades duales, puede ser viable a través de una mayor política de rentas que favorezca mayor equidad, nuevas relaciones entre el capital y el trabajo, ambos amenazados por la destrucción creadora provocada por la onda de nuevas tecnologías. De forma proactiva o reactiva las islas de modernización han innovado estas relaciones capital/trabajo, constituyendo una nueva asociación, determinante para la competitividad.
La infraestructura social, en especial en cuanto a la educación, es un elemento básico de la equidad y de la construcción de la ciudadanía. Educación, salud y habitación constituyen tres áreas que determinan, en el mediano y largo plazo, la estructuración de una sociedad en consolidación, más resistente a los males que minan sus bases culturales y sus valores humanos.
El mejoramiento de la infraestructura social y física (de transporte, telecomunicación, portuaria, etc.) depende de una nueva co-responsabilidad entre un Estado mínimo, fuerte y confiable, con los actores de la sociedad, en especial el sector empresarial, cuya competitividad depende de los avances en estos campos.
Un Estado mínimo fuerte, constituido por los poderes que lo componen, debe agilizar sus procesos de decisión. Con transparencia, cabe al Ejecutivo o al Legislativo determinar prioridades. Las expectativas infinitas y las promesas electorales deben y pueden ser parcialmente atendidas, una vez sean priorizadas. Se trata de una atención necesaria para consolidar el proceso democrático, arduamente conquistado. Una priorización imprescindible frente a los recursos limitados, colocados por la socidad a la disposición del Estado.
La agilización del proceso decisorio permite, entre otras cosas, la articulación negociada con la comunidad internacional. Una diplomacia competente es un elemento necesario, más insuficiente, en caso de que no exista una política de relaciones internacionales, respaldada por un Estado que consigue transformar expectativas en proyectos y proyectos en resultados tangibles. Un estado que consigue articular los principales segmentos organizados de un país obtiene la legitimidad necesaria para la negociación internacional.
El colapso del comunismo coloca en evidencia la oposición entre dos modelos de capitalismo analizados por Michel Albert (1991). Uno neoamericano basado en el éxito individual y en el beneficio financiero a corto plazo. Otro, centrado en Alemania, Suiza y Austria, con muchas semejanzas con el de Japón Este capitalismo valoriza el éxito colectivo, la búsqueda de consenso, el horizonte a largo plazo. Ambos se basan en la libre determinación de precios en el mercado y en la libre propiedad de los medios de producción. Por lo tanto, son modelos distintos, que están rivalizando en una nueva confrontación ideológica.
El primero, es fuente permanente de héroes emprendedores de gran éxito. Un éxito acompañado por el aumento de los iletrados y por el crecimiento de la pobreza, que alcanza el 17% de la población de los Estados Unidos y 12% de Gran Bretaña, contra 8% en Suiza y 5% en Alemania Occidental, antes de su reunificación. Este modelo está generando una alarmante dualidad en los Estados Unidos. Dualidad visible en la periferia de las grandes ciudades y tan amenazadora como aquella conocida en las magalópolis de los países menos desarrollados del hemisferio sur. Cuál capitalismo, qué economía de mercado, América Latina está buscando consolidar?
El más indicado es aquel basado en los principios del esfuerzo articulado en la cooperación, presente en la mayoría de las multinacionales que se inspiran en los métodos gerenciales adoptados en el Japón. Métodos que temperan el individualismo triunfante, peculiar de las estructuras jerarquizadas del perfil militar. Fueron estos valores de competencia solidaria los que permitieron la consolidación de cadenas productivas sectoriales competitivas, en países derrotados en la guerra, como Alemania y Japón, o debilitados por el caos monetario, como Brasil y Colombia.
En los países industrializados del Occidente, el estado y la iniciativa privada estuvieron presentes en la colocación de recursos para la investigación científica, en la formación de recursos humanos y en la adopción de programas movilizadores, resultantes de prioridades de infraestructura (transporte, energía, telecomunicaciones, etc.) prioridades sociales (educación, salud, etc.) y de ambiciosos proyectos nacionales de carácter militar o espacial. Estos ejemplos de acciones concertadas, donde el Estado, reflejando los deseos de la sociedad, coloca elevadas parcelas de recursos, resultantes en significativos saltos tecnológicos.
Los países de industrialización tardía también difieren de los países desarrollados. No sólo son marcados por el gap tecnológico, sino también sus estructuras económica, política y social son muy distintas de aquellas presentes en los países industrializados. El poder es más concentrado, la economía más centralizada, el financiamiento depende del Estado y de los gobiernos.
En las economías estables, con altas tasas inflacionarias, el sistema financiero, presionado por la inestabilidad del momento económico, por la elevada deuda interna y por la atarctividad del mercado especulativo, se aleja el capital de riesgo. Este componente es inseparable de la innovación tecnológica, que exige una asociación del sector productivo con el sector financiero.
A pesar de estas limitaciones y de la degradación de los indicadores socio-económicos, Brasil consiguió conservar sus islas de modernización, de la producción y de la comercialización. Algunas universidades brasileras han elevado su producción científica. Investigaciones pioneras son hechas en el sector agrícola, centros tecnológicos se está nconsolidando, empresas nacionales se trasnacionalizan. El crecimiento de las exportaciones revela competitividad en el mercado internacional en sectores como el de papel y celulosa, mineral y agropecuario.
Varios sectores y empresas conseguirán tornarse en ejemplos resultantes de una postura estratégica exitosa. Una postura estratégica que permite superar las turbulencias económico-financieras que marcan una economía dual en transición democrática. Una postura que busca el dominio tecnológico para responder rápidamente a las demandas del mercado y garantizar la competitividad empresarial.