ISSN-L: 0798-1015 • eISSN: 2739-0071 (En línea) - Revista Espacios – Vol. 43, Nº 06, Año 2022
MERCADO, Alexis et al. «Disrupciones tecnológicas y crisis socioambiental: Los grandes desafíos de las
ingenierías en Venezuela»
Los sistemas tecnológicos ya no se aprecian claramente delimitados. Se trata ahora de sistemas ciberfísicos,
entendidos como aquellos que comprenden componentes digitales, analógicos, físicos y humanos interactivos,
diseñados para funcionar a través de la física y la lógica integradas (Grifford, según Greer, Burns, Wollman y
Griffor, 2019). En ellos confluyen múltiples disciplinas, y su funcionamiento y control se realizan en forma
descentralizada e, incluso, desde lugares diversos, planteando nuevos enfoques organizacionales, pero también,
nuevos riesgos, entre los que destacan los ataques cibernéticos. Un ejemplo reciente, fue el que sufrió el sistema
de Oleoductos de la costa Este de EE.UU en mayo de 2021 el cuál paralizó el transporte de 2,5 millones de barriles
de combustible diarios por más de una semana y, transcurrido un mes, no había sido recuperado totalmente
(BBC, 2021).
Las fuentes de energía se han diversificado. Por ejemplo, en el citado caso del sistema tecnológico de luz y energía
eléctrica, aun cuando las fuentes tradicionales continúan respondiendo por un porcentaje mayoritario del
suministro total, van siendo reemplazados por fuentes alternativas (e.g eólica, solar) y nuevos sistemas de
almacenamiento. Estas tecnologías, si bien son intensivas en conocimiento, presentan ciertos atributos de
flexibilidad que hacen que no lo sean necesariamente en capital. De manera general, presentan menores riesgos
y potencial de impacto ambiental (Mercado y Córdova, 2020).
2.1. Las vulnerabilidades tecnoeconómicas que reveló la pandemia del COVID-19
Estas transformaciones se han acelerado a causa de la pandemia. Pero como suele suceder en situaciones de
crisis, avanzan en un marco de estructuras cognitivas e institucionales del anterior paradigma tecnoeconómico,
que tienden a mantener los sistemas tecnológicos en trayectorias condicionadas por sus lógicas de producción y
consumo, generándose importantes tensiones. Ello permite explicar por qué, aun cuando se introduzcan
innovaciones radicales, no haya avances realmente claros hacia la sustentabilidad. La demostración más evidente
es que el desacoplamiento entre el consumo de recursos y el crecimiento económico, que sería el indicador más
concluyente de esta transición, sólo se da parcialmente en algunos de los países más desarrollados. Pero, como
lo revela la evolución global de la explotación de recursos naturales, esta se acelera manteniéndose en niveles
muy altos, tanto de los asociados al antiguo paradigma tecnoeconómico (e.g hierro, cobre, aluminio
hidrocarburos, minerales no metálicos) que crecen a ritmo similar e, incluso, algo superior al de la economía,
como la de los asociados a las tecnologías disruptivas (Niobio, Tántalo, Tierras raras, etc.) que, en este caso, crece
a ritmo muy superior (Mercado y Córdova, 2018).
Adicionalmente, la pandemia desnudó una serie de problemas derivados de la excesiva subordinación de los
planes y políticas del desarrollo a los imperativos económicos del crecimiento y la competitividad. Aparte del
excesivo consumo de recursos que este conlleva, el abandono de actividades intermedias de la manufactura en
muchos países, ha provocado vulnerabilidades estratégicas en sus cadenas de producción y distribución. La
Unión Europea, como bloque, y algunos países han reconocido la gravedad de esta situación. Puede citarse el
caso de Alemania, cuya industria farmacéutica, indiscutible líder mundial hasta finales del siglo XX, que, en medio
de la pandemia del COVID-19, afrontó una severa escasez de medicamentos para su tratamiento. EL problema
derivó de la interrupción de la cadena de suministros por parte de China que en la actualidad provee más del
90% de los principios activos usados en la elaboración de los medicamentos genéricos, y del 50% de los
protegidos por patentes, de industria farmacéutica alemana.
Otro ejemplo notable es el de los semiconductores. La estructura que adquirió la cadena global de suministro
permitió importantes ahorros a las empresas y la masificación de la producción en países con menores costos de
producción (Varas y ortos, 2021). La Unión Europea, pasó de detentar el 44% de la producción mundial en 1990
a apenas el 10% en 2020. Esto generó cuellos de botella en importantes áreas de la actividad industrial, desde la
fabricación de automóviles hasta las actividades energéticas. En respuesta, a finales de ese año se aprobó la