Vol. 39 (Nº 21) Año 2018. Pág. 6
Olga CHESNOKOVA 1; Elena BOBYLEVA 2
Recibido: 12/01/2018 • Aprobado: 15/02/2018
2. Topónimos como marcadores de espacio geográfico y cultural
5. Perfil semántico de la toponimia chilena
6. Perfil sintáctico de topónimos chilenos
8. Discusión de los resultados
9. Toponimia chilena en la enseñanza de ELE
RESUMEN: Este artículo se enfoca en los topónimos chilenos que se analizan desde el punto de vista semiótico, asunto poco o nada tratado en los estudios lingüísticos. Puesto que los nombres geográficos universalmente proporcionan información lingüística, geográfica, étnica e histórica, la investigación semiótica de los topónimos de la República de Chile se realiza en la intersección de las disciplinas: lingüística, historia, geografía. En este trabajo, los autores elaboran una clasificación de los topónimos chilenos, analizan sus peculiaridades semánticas, sintácticas y pragmáticas. Una especial atención es prestada a los topónimos de origen indígena. |
ABSTRACT: This article focuses on Chilean place names that are analyzed from semiotic point of view, an aspect barely tackled, or simply neglected, in the descriptions of linguistic studies. The investigation of toponyms is conducted at the intersection of disciplines: history, geography, linguistics. Place names provide useful linguistic, geographical, ethnic, historic information. The authors give the classification of toponyms, their semiotic peculiarities. A whole range of toponyms has Indian backgrounds. |
Los topónimos reflejan y catalogan el espacio y pueden considerarse como el reflejo onomástico del modelo de universo. La etimología y las acepciones originales, así como la motivación y la estructura morfológica de los topónimos, son el tradicional y constante objeto del estudio toponímico. Las perspectivas diacrónica, etimológica, dialectológica y sociolingüística de los topónimos ya han sido objeto de varios estudios (Gramática descriptiva de le lengua española, 1999, tomo 1 :81). Nuevas perspectivas se abren con el enfoque semiótico, lo que se ha podido realizar a base de diversos sistemas toponímicos latinoamericanos nacionales (Chesnokova, 2011; Chesnokova 2014a; Chesnokova 2014b; Chesnokova 2014c; Bobyleva 2016a; Bobyleva 2016b; Bobyleva 2017).
El español de Hispanoamérica no ha llegado a fraccionarse ni llegará a formar nuevas lenguas regionales, pues ha evolucionado y seguramente seguirá evolucionando con tendencias paralelas a las del español peninsular, porque la estructura interior de la lengua ha quedado intacta (Oroz, 1966: 17).
Puesto que la filología hispánica contemporánea percibe la lengua española como un conjunto de parámetros de divergencia y convergencia, se pueden estudiar los topónimos como marcadores de la percepción del universo por hablantes de diversas variedades del español, lo que combina los logros de la geografía onomástica tradicional y los estudios dialectales y semióticos, prestando una especial atención a los sistemas toponímicos nacionales. La toponimia de la República de Chile resulta un asunto poco o nada tratado en los estudios lingüísticos en Rusia, que podría significativamente ampliar las competencias lingüísticas y culturológicas de los estudiantes de filología española y de lengua española como lengua extranjera. Otro enfoque especial a los topónimos chilenos puede manifestarse en su estudio como diálogo de culturas, tanto dentro de la toponimia chilena, como en sus lazos con otras toponimias nacionales y en su diálogo con la cultura rusa, reflexiones que ascienden a las ideas sobre el diálogo del gran pensador ruso Mijaíl Bajtín y su idea sobre las preguntas que hace una cultura a otra que ésta ni se las plantea (Bajtín, 2003).
Los nombres de los lugares (topónimos) corresponden a un aspecto histórico y lingüístico fundamental de cada país. El proceso de nombrar un lugar proyecta una visión del mundo y muestra características naturales y culturales pertenecientes a ellos. De esta manera, la designación de los nombres de lugares producida por el hombre aporta aspectos importantes a considerar en los estudios del lenguaje y otras ciencias humanas. El académico Rafael Lapesa con toda su autoridad nos expone su opinión en cuanto a la importancia que tiene la toponimia y toponomástica a un filólogo:
La toponimia interesa al lingüista como la paleontología al biólogo; o, mejor dicho, como la arqueología o la documentación de otras épocas interesan al historiador (Lapesa, 1992: 170).
En la toponimia se puede observar elementos lingüísticos supletivos característicos de épocas pasadas, no sólo léxicos, sino también gramaticales (en la formación de derivados y compuestos léxicos).
En esta investigación se consideran los topónimos de bases lingüísticas diferentes que designan diversos lugares de la República de Chile. Cabe mencionar que el español hablado en Chile tiene una escasa tradición lingüística en Rusia.
El objetivo principal de nuestro artículo ha sido recopilar, observar e interpretar semióticamente el sistema toponímico chileno.
Los materiales objeto de análisis han sido diversos mapas de la República de Chile, diccionarios nacionales y bilingües, textos y discursos de diversos tipos lo que proporcionó un corpus de 500 unidades. Este artículo se basa también en la publicación “Topónimos y gentilicios de Chile” (Kordic Riquelme, Ferreccio Podestá, 2014) creada esencialmente como obra de consulta. Esta es una fuente documental de cómo realmente llaman los chilenos a sus pueblos y de cómo se llaman ellos mismos.
En nuestro artículo abarcamos tales grupos temáticos de topónimos como los orónimos: nombres propios de montañas y otros accidentes del terreno; hidrónimos: nombres propios que se designan a masas de agua, ecónimos: nombres propios de cualquier poblado, ciudad, comunidad, aldea, etc.; urbanónimos: nombres propios de cualquier objeto topográfico de la ciudad (calles, avenidas, plazas, playas, etc.); agrónimos: nombres propios de cualquier parcela, finca o campo.
Las denominaciones toponímicas, son de gran estabilidad en el tiempo y forman parte del patrimonio cultural del país. Así la historia de un país conforma en gran medida su toponimia. El mero hecho de abordar cuestiones relativas a la toponimia supone adoptar enfoques multidisciplinares y, en la medida de lo posible, abogar por mantenerse en la confluencia de tales disciplinas, como historia, geografía, dialectología, etimología, pragmática intercultural. Los objetivos del estudio que llevamos a cabo incluyen técnicas de recopilación y análisis etimológico, técnicas descriptivas, que se centran en el análisis de motivación de los topónimos, técnicas comparativas, que nos permitirán abordar los contactos de lenguas y culturas en la toponimia chilena, con el fin de obtener resultados representativos. Un enfoque especial a los topónimos chilenos que proponemos puede manifestarse en su estudio como diálogo de culturas, a la bajtiniana (Bajtín, 2003). Puesto que la semiótica es una ciencia relacionada a los signos y la metodología de su análisis (Morris, 1971; Eco, 1976; Lotman, 1996), en los estudios semióticos de los topónimos se hace hincapié en el análisis de su lugar entre los diversos sistemas de signos y en la interpretación de los topónimos como signos tridimensionales en sus vertientes semántica, sintáctica y pragmática, las tres dimensiones básicas del signo. La metodología semiótica que toma en consideración estas tres facetas de los topónimos, es primordial para nuestro estudio.
Perfil semántico de la toponimia chilena está relacionado con sus fuentes de procedencia y nominación y sus características históricas.
Históricamente, se puede agrupar los topónimos chilenos en voces provenientes de lenguas autóctonas (mapuche, quechua), topónimos surgidos en la época de la conquista de América por los europeos con infinidad de topónimos referidos a las armas, la época de colonización con topónimos referidos a las nuevas instituciones y los topónimos que abarcan la época más reciente que influyó en la semántica de vocablos base de topónimos contemporáneos. En cada grupo se hallan antropotopónimos que representan nombres propios, o sea, como decía Bello: «nombre(s) que se pone(n) a una persona o cosa individual para distinguirla de las demás de su especie o familia» (Bello, 1988: I, 205) y nombres comunes. He aquí unos ejemplos.
Curicó. Nombre de la ciudad y capital de la Provincia de Curicó perteneciente a la Región del Maule- es un topónimo de origen mapuche que significa ‘negras aguas’ debido al color de los arroyos cercanos mezclados con tierra, testimonia recursos de nombres comunes.
Rancagua, capital de la Provincia de Cachapoal y de la Región del Libertador General Bernardo O'Higgins es una castellanización del quechua, que significa ‘lugar en que hay cañas’, o simplemente ‘cañaveral’. Son éstos una especie de cañas que crecían a la vera del río y que los indígenas usaban principalmente para cubrir el techo de sus pobrísimas casas o ranchos.
Parinacota, el nombre de la provincia que pertenece a la región de Arica y Parinacota, es un topónimo de origen aymara que significa ‘laguna de flamencos’.
La calle San Antonio adquirió su nombre actual, debido al surgimiento de una tradición: la costumbre de acudir por esa calle hacia la Iglesia San Francisco, a rezar para encontrar marido; lingüísticamente, es antropotopónimo (Zañartu, 1934).
Los topónimos que aluden a los Santos son múltiples en la toponimia chilena. Solamente ‘Santa Rosa’ hay 37 en el país. También se repiten los ‘San José’, a los que suele seguir un ‘de’: San José de Peñuelas, de Tocornal, de Maipo. O los ‘San Pedro’(“El Mercurio”, 2014).
Otro ejemplo de relevancia es Última Esperanza, una provincia de Chile perteneciente a la Región de Magallanes y la Antártica Chilena. Los registros históricos mencionan que el primer europeo que ingresa al territorio marítimo de Última Esperanza es el navegante Juan Ladrilleros, que en su esfuerzo por descubrir un paso que lo comunicara con el Estrecho de Magallanes bautiza este distrito marino como Última Esperanza, nombre que surge del sentimiento de frustración que embargó a Ladrilleros, cuando descubre con desazón y angustia, que el intrincado camino marítimo al que ingresó no correspondía al Estrecho de Magallanes, lo que da un ejemplo de nombres comunes. Aún hoy, esa región del mundo donde el navegante se hallaba es de difícil acceso, y que tiene aires de “fin del mundo”, “última esperanza”, es un nombre que sigue cayéndole muy bien en ese ambiente.
La VI Región del Libertador General Bernardo O'Higgins, una de las 15 regiones, se estableció en honor de Bernardo O'Higgins, “El Padre de la Patria” para los chilenos quien tuvo una participación crucial en el proceso de la formación del Estado de Chile (Radovich, 2016). Es un ejemplo de antropotopónimo relacionado con la época de la Independencia.
En lo que se refiere a los topónimos conmemorativos, reflejan los valores patrióticos de los chilenos. Así, General Carrera, una provincia chilena perteneciente a la Región de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo, fue nombrado en honor a José Miguel de la Carrera y Verdugo, político y militar chileno. Prócer de la emancipación de Chile y destacado participante en las guerras de independencia, es considerado uno de los Padres de la Patria de Chile, jefe de gobierno, el primer general en jefe del Ejército y el primer caudillo en la historia republicana de Chile, y uno de los primeros de América.
Capitán Prat es una provincia chilena perteneciente a la Región de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo que lleva el nombre de Arturo Prat. Fue un marino, militar y abogado chileno. Es considerado como el máximo héroe naval chileno. Participó en la Guerra del Pacífico donde comandó la corbeta Esmeralda en el combate naval de Iquique.
El orónimo Euzkadi (3.615m) es un calco de neologismo Euzkadi transformado en Euskadi, propuesto por “el padre de nacionalismo vasco” Sabino Arana (1863-1903) para denominar los territorios autóctonos vascos, que hoy en día en el discurso mediático peninsular se usa como sinónimo de la Comunidad Autónoma del País Vasco.
Entre los topónimos calcos también aparecen nombres de ciudades extranjeras o de otros países. En el mapa de Chile se observa una media docena de Buenos Aires (“El Mercurio” – ¿Cómo llaman los chilenos a sus pueblos?, 31 de agosto de 2014). También existen localidades con nombres como Venecia, Roma y Arizona. Hay pueblos que se llaman Polonia, Suiza, Francia, Germania, que en la toponimia chilena resultan una réplica de topónimos europeos (Palabra de Chile, Toponimias chilenas: Nombres de lugares curiosos (III).
En la toponimia chilena encontramos transferencia de significados a través de la metáfora, metáfora antropomórfica y zoometáfora, en primer término: Cerro Diente del Diablo, CerroAletadeTiburón, Volcán Descabezado, Volcán Palomo, Cerro Corona; Cerro Dedos.
Junto con topónimos que presentan combinaciones de palabras con la observación de normas gramaticales, por ejemplo, Nevado Ojos del Salado (Armengol Valenzuela Fr. P., 1918), Cerro Torre de Flores, son múltiples los ejemplos de topónimos que resultan palabras compuestas, lo que forma una constante sintáctica de topónimos latinoamericanos (Chesnokova, 2011, p.16). Los topónimos de este tipo son de origen indigena. Por ejemplo, la Región de Tarapacá tiene origen aymara: Tara (agrupación), paka (Gavilán) - Grupo de gavilanes. Otro ejemplo es Cautín, una provincia ubicada en la Región de la Araucanía de Chile en la zona sur del país, que significa del mapuche conjunción de "caque", nombre de un pato silvestre y "ten" que significa "abundancia", lo que vendría significando abundancia de patos.
Abunda, además, el uso de topónimos con el pronombre ‘Lo’: Lo Blanco, Lo Reco, Lo Cañas, etc. Es una costumbre muy antigua, utilizada para referirse al lugar ‘de alguien’. Como cuando decimos: lo tuyo, lo de Pérez, etc. (“El Mercurio” – ¿Cómo llaman los chilenos a sus pueblos?, 31 de agosto de 2014).
Los topónimos son testimonios de las etapas sucesivas de la historia de un país, por eso están sujetos a modificaciones y alteraciones de manera continua. De este modo, muchos topónimos son sustituidos por otros y, en ocasiones, se reformulan o se renuevan.
Analicemos detalladamente el perfil semiótico del nombre de la calle La Avenida Libertador General Bernardo O'Higgins que tiene variantes diacrónicas. El origen de esta avenida data desde 1541, cuando se funda la ciudad de Santiago. El pequeño brazo del Río Mapocho se secó por completo y su lecho quedó convertido en una hondonada. Esto sucedió entre 1560 y 1580. Desde entonces los españoles le dieron el nombre de “Cañada”, que ellos empleaban para designar tales depresiones de terreno. Desgraciadamente, la cañada se convirtió en un sucio y pedregoso lugar. Con el transcurrir del tiempo fue llamada acequia o canal del “Socorro” ya que en ese lugar Don Pedro de Valdivia ubicó la ermita de la “Virgen del Socorro”. La ermita se convirtió en casa de los franciscanos, y la cañada tomó el nombre de la “Cañada de San Francisco”. El mísero aspecto que presentaba La Cañada, se vio aún más acentuado, con la mala práctica de los vecinos de Santiago de ir a arrojar a este sitio los desperdicios, ganándose el apodo de “Basural de la Cañada”. El antiguo y sucio aspecto de vertedero que presentaba la Cañada, cambió radicalmente conforme llegó el siglo XIX. Junto con la consolidación de la Independencia de Chile y la expulsión definitiva de los españoles desde la zona central, comenzó el proceso de remodelación de un sin número de espacios públicos que conservaban el recuerdo de la larga ocupación española (Basural de la Cañada o Cañada de San Francisco. Departamento Educativo. Museo Histórico Nacional).
La Alameda, lleva este nombre por los álamos que fueron plantados en ella al comienzo de la República, empieza a ser la arteria principal de Santiago. Desde entonces se comenzó a oír a las parejas decir “es una verdadera delicia caminar por esta alameda” entonces ya no se hablaba simplemente de la “alameda” sino que de la “Alameda de las delicias”. Ya en el siglo XX, comenzaron a circular vehículos, los que velozmente la cargaron de tráfico. La importancia de este paseo que ahora se convertía en Avenida, hizo que las autoridades tomaran la decisión de rebautizarla, ahora con el nombre de Alameda del General Libertador Bernardo O`Higgins, en honor a su creador e importante protagonista de la Independencia de Chile. Luego, con la construcción de caminos aptos para el tránsito vehicular pasó a denominarse formalmente “Avenida Libertador Bernardo O’Higgins” aludiendo al primer jefe de Estado. Hoy, a pesar de los letreros de las esquinas, que señalan a la avenida como Bernardo O’Higgins, es simplemente conocida como “Alameda”.
Otro ejemplo es la XI Región Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo. Carlos Ibáñez del Campo fue Presidente de la República en dos ocasiones 1927-1931 y en 1952-1958. En ambos períodos debió enfrentar la crisis política que terminó con el gobierno de Alessandri, la depresión económica mundial, la inflación y un creciente descontento social. El nombre de esta región chilena, en un comienzo llamada “Tierra de diciembre” en honor al mes de su descubrimiento en el año 1520, tiene distintos significados. En Mapudungún, Aysén viene de Athén, que quiere decir “desmoronarse” en aquella lengua.
Una versión dice que “Aysén” viene del inglés “ice end”. En 1831, el capitán Robert Fitz-Roy hizo una expedición detallada de esta costa a bordo del su barco Beagle. El capitán puso este puerto con el nombre de Ice End, pues Puerto Aysén está situado en la cabecera norte del Campo del Hielo Norte. A través del tiempo los habitantes deformaron su nombre y lo llamaron Aysén.
Las denominaciones estéticas de accidentes geográficos manifiestan casos de homonimia entre los diversos sistemas toponímicos nacionales. Así, la Ciudad de la Eterna Primaverа para los chilenos es la ciudad de Arica, para los colombianos es Medellín, mientras que para los mexicanos lo es Cuernavaca, lo que ilustran los siguientes ejemplos textuales del discurso periodístico:
La próxima semana el Presidente Sebastián Piñera realizará un viaje simbólico a Arica, en la antesala de la lectura del fallo que hará la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por el diferendo marítimo entre Perú y Chile. En tanto, el ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, agendó un viaje a la ciudad de “la eterna primavera” entre el lunes y el martes de la próxima semana (El Mercurio, Sábado, 18 de Enero de 2014).
Música, poesía cine, moda y flores hacen parte de la agenda que tendrá este mes la Ciudad de la Eterna Primavera (Conexión, julio 2010, p. 56).
Cuernavaca: de ciudad de la eterna primavera, a capital de la violencia (La Jornada, Domingo 17 de octubre de 2010).
Cabe mencionar otra perífrasis toponímica, La perla del sur. Para los chilenos es la ciudad de Valdivia, para los cubanos es Cienfuegos, para los puertorriqueños es Ponce.
Para los chilenos, El Ombligo del Mundo es la remota Isla de Pascua, para los peruanos es Cusco. También cabe mencionar la perífrasis cultural La ciudad jardín. Para los brasileños, es Blumenau, para los chilenos es Viña del Mar, para los colombianos es Fusagasugá.
Otro ejemplo emblemático del perfil pragmático de la toponimia chilena presenta el orónimo Quizapú. Como es sabido, que los chilenos al hablar “se comen” las últimas sílabas o letras de las palabras, la denominación del estratovolcán activo de 2928 msnm, conocido también como Cerro Azul, surgió, como cuenta leyenda, conocida por muchos chilenos, cuando un geógrafo extranjero consultó a un campesino “¿Cómo se llama ese volcán?” y éste –informalmente - contestó: “qui (en) sa (be) pu (es)”, lo que dio el topónimo Quizapú.
Hay casos en que los nombres oficiales son rechazados. Otras veces los habitantes prefieren formas hispanizadas o vulgarizadas. Los de Lago Lapparent -en Aysén- lo llaman “Lago La Pared” o “sector Lamparé”. Al topónimo “Los Giones”, la gente le llama ‘Los Llones’; a “Río Resbalón”, le dicen (y lo escriben así, como si fuera oficial) “Río Refalón” (“El Mercurio” 2014).
La toponimia chilena forma un sistema toponomástico autosuficiente y flexible que está en constante evolución. Presenta rasgos universales de la toponimia hispanoamericana, que son voces autóctonas, voces de la época de la conquista del país por los peninsulares, en primer lugar, nombres geográficos surgidos en la época de la independencia de Chile que; al igual que en otras toponimias hispanoamericanas permiten diversas combinaciones. Posee elementos culturalmente específicos que son, por ejemplo, el uso del artículo Lo, el uso de numerales, significado nacional de perífrasis toponímicas, propias para la creatividad toponomástica hispanoamericana.
Los comentarios de la toponimia chilena -en los cursos de lexicología española y cursos de teoría y práctica de traducción- pueden tener forma de su análisis temático, de investigación sobre la etimología de topónimos y de su análisis en diversos tipos de texto y discurso.
La atención a los comentarios toponímicos coadyuva tanto al diálogo creativo entre las culturas hispánica y rusa -en la enseñanza del español a los rusohablantes- como al diálogo entre las culturas nacionales del mundo hispanohablante.
En resumen, los topónimos son parte inalienable de la orientación no sólo en el espacio geográfico, sino también en el espacio cultural, por lo que su estudio revela diversos aspectos de su estática y dinamismo, enriquece la comprensión de sus manifestaciones lingüísticas y estéticas y los convierte en una efectiva herramienta en la enseñanza de español como lengua extranjera.
Se ha podido ver a través de los ejemplos chilenos presentados el interés cultural que ofrecen los datos toponímicos. Al mismo, tiempo se ha podido observar, una vez más, la necesidad de realizar el estudio de estas denominaciones que nos informan del pasado y del presente de Chile. Los estudios toponímicos, entonces, presentan una especial fuente de información sobre el territorio chileno y su relieve, sobre los motivos inspiradores de nominación y sobre la imagen del espacio propia para los chilenos.
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